LOS
BÚFALOS
Saber lo que es la vida no es
distinto
que contemplar a un búfalo
zambullirse en el agua.
Esa tensa fruición con que
husmean el aire
cuando se sienten cerca del río
se parece
a la furia gozosa de los dioses
cuando crean un cuerpo,
otro mundo finito al que
entregarse.
(Los dioses sueñan con búfalos,
con tener sus fronteras
de piel firme y lustrosa, sus
ojos delatores de una muerte
serena, su pasión por la lluvia
y los lagos. Ellos quieren saber
lo que es el tiempo que se acaba
desde uno de sus seres
perfectos.)
He mirado
muchas tardes la larga procesión
de los búfalos
dirigirse a mis ojos para
bañarse en ellos:
les llamaban mis lágrimas, lo
más vivo de mí.
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LOS
CUERVOS
Su crascitar continuo y
monocorde
cruzaba por los días y los
hechos inalterable. Como
los santones que rezan todo el
tiempo una misma palabra
o frase y al hacerlo pretenden
vaciarse para que entre dios en ellos,
así los cuervos graznan: para
hacer el vacío
en nosotros. Por eso
estaba mi atención puesta en
sus gritos:
era un modo perfecto de meditar,
de ser.
Ellos le daban voz a mi
esperanza
de hallar alguna vez el sonido
del mundo y entregarme,
como si fuera un cuervo, a
repetirlo
por postes y ventanas, a lomo de
las vacas y los búfalos,
suspendido del hilo de la
lluvia,
desde mi misma muerte, ese
alféizar tan frágil.
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LAS
TERMITAS
En pocos días devoraban
los libros. Si salías de viaje
o te evadías
hacia dentro de ti o hacia los
brazos
de una mujer, al regresar las
termes,
tal reguero de fuego,
te habían liberado de las
páginas en las que tú buscabas
lo que solo la vida puede darte.
Su labor es hermosa porque
consiste en devolverle al hombre
su vacío, en dejarle desnudo,
sin palabras,
callado frente al río, al
cuerpo, la tormenta.
Además, las hormigas, que
habitan lo profundo,
hacen al hombre cuya casa
señalan
un ser privilegiado, alguien que
puede sostener un peso
siete veces mayor que el de sus
ojos.
Jesús Aguado
Los 108 nombres de dios
Libros de la Hospitalidad
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